Sesión # 9 La Cultura Mexica (Parte 2)
Esperamos que hayas pasado un momento agradable en la sesión de nuestro taller, a continuación te dejamos las lecturas y el video que se proyecto con relación a la Cultura Mexica.
Video: Los Mexicas (Segunda Parte)
Mitología Mexica
(Segunda Parte)
#1 EL NACIMIENTO DE HUITZILOPOCHTLI
Como vieron los dichos indios llamados cuatrocientos huitznahua a la madre que ya era preñada se enojaron bravamente diciendo: "¿Quién la preñó que nos infamó y avergonzó?" Y la hermana que se llamaba Coyolxauhqui les dijo: "Hermanos, matemos a nuestra madre porque nos infamó, habiéndose a hurto preñado".
Después de haber sabido la dicha Coatlicue lo
que se tramaba, le pesó
mucho y atemorizó. Pero su criatura le hablaba
y consolaba, diciendo:
"No tengas miedo, porque yo sé lo que
tengo que hacer". Y después de haber oído estas palabras a Coatlicue se le
aquietó su corazón y quitó la pesadumbre que tenía.
Como los huitznahua habían hecho y acabado el
consejo de matar a la madre, por aquella infamia y deshonra que les había hecho,
estaban muy enojados, juntamente con su hermana Coyolxauhqui, quien les
importunaba que matasen a su madre. Los cuatrocientos huitznahua habían tomado
las armas y se armaban para pelear,
torciendo y atando sus cabellos como hombres
valientes. Uno de ellos que
se llamaba Ouauitlícac, el cual era traidor,
iba a contar a Huitzilopochtli, que aún estaba en el vientre de su madre, lo
que decían los huitznahua.
Huitzilopochtli le respondió diciendo:
"¡Oh tío! Mira 10 que hacen y escucha muy bien lo que dicen, porque yo sé
lo que tengo que hacer ... "
Los cuatrocientos huitznahua fueron a donde
estaba su madre Coatlicue, y delante iba su hermana Coyolxauhqui, iban armados
con todas las armas y papeles y cascabeles, y dardos en su orden. El dicho
Ouauitlícac subió a la sierra a decir a Huitzilopochtli que ya venían los
dichos cuatrocientos huitznahua contra él, a matarlo.
Huitzilopochtli respondió: "Observa bien a dónde llegan". Y dijo Ouauitlícac que ya
llegaban a un lugar llamado Tzompantitlan. Mas
preguntó el dicho Huitzilopochtli a Quauitlícac: "¿A dónde llegan los
cuatrocientos huitznahua?" y le dijo que ya llegaban a otro lugar que se
llamaba Coaxalapa. Otra vez preguntó Huitzilopochtli a Quauitlícac, dónde
llegaban y éste respondió que ya estaban en un lugar llamado Apétlac.
Así pues, Huitzilopochtli fue preguntando por
donde venían los cuatrocientos huitznahua y Quauitlícac le respondía, hasta que
le comentó que ya estaban muy muy cerca, y que delante de ellos venía
Coyolxauhqui.
Al llegar los cuatrocientos huitznahua nació
Huitzilopochtli, trayendo consigo una rodela llamada teueuelli, con un dardo y
varas de color azul, y su rostro pintado con rayas transversales de color
amarillo y en la cabeza traía un tocado de pluma pegado, la pierna izquierda delgada
y emplumada y los dos muslos y ambos brazos pintados de color azul.
Huitzilopochtli dijo a uno que se llamaba
Tocbancalqui que encendiera una culebra hecha de teas que se llamaba xiuhcóatl
(serpiente de fuego), y así la enseñó
y con ella fue herida Coyolxauhqui, que murió
hecha pedazos, y la cabeza quedó
en aquella sierra llamada Coatepec y el cuerpo
cayó abajo hecho pedazos.
Huitzilopochtli se levantó, se armó y salió
contra los cuatrocientos huitznahua, persiguiéndoles y echándoles fuera de la
sierra de Coatepec, hasta abajo, peleando contra ellos y cercando cuatro veces
dicha sierra. Los cuatrocientos huitznahua no se pudieron defender, ni valer
contra Huitzilopochtli, ni hacerle cosa alguna, y así fueron vencidos y muchos
de ellos murieron. Los huitznahua rogaban y suplicaban a Huitzilopochtli,
diciéndoles que no los persiguiera y que se alejara de la pelea.
Huitzilopochtli no quiso ni les consintió, hasta que los mató casi a todos, y muy pocos escaparon y salieron huyendo de sus manos, y fueron a un lugar llamado Huitzlampa. Les quitó y tomó muchos despojos y las armas que traían que se llamaban anecuhiotl.
#2 LEYENDA DEL VOLCÁN POPOCATÉPETL
Hace mucho tiempo, gobernó
entre los mexicas un hombre bueno y justo, al que todos querían muchísimo. Este
emperador tuvo una hija, hermosa e inteligente. Según iba creciendo, sus dones
aumentaban, hasta tal punto que su padre temía no encontrar una pareja lo
suficientemente valiosa para ella.
Sin embargo, su hija, de
nombre Izta, ya se había enamorado de un valiente guerrero, muy popular entre
todos por sus victorias. Pero por supuesto, ambos jóvenes llevaban su amor en
secreto.
En una ocasión, el imperio se
vio amenazado por un enemigo muy fuerte. El emperador estaba tan preocupado,
que llamó a sus tres mejores guerreros. Entre ellos estaba Popocatépetl, el
guerrero del que su hija se había enamorado en secreto.
– Los he mandado llamar porque
son los mejores y confío en ustedes- dijo el emperador- Esta vez pienso pagar
con algo más que gratitud su honestidad y coraje. Aquel quien consiga derrotar
al enemigo, gobernará el imperio y se ganará la mano de mi hija.
La joven miró a Popocatépetl y
sonrió. Estaba totalmente segura de que ganaría a los otros dos guerreros. Y
él, por supuesto, partió con la gran ilusión y la fuerza del amor de la joven
Izta, lo que le hizo mucho más valiente.
El joven guerrero enamorado
comenzó a ganar batallas, y sus dos oponentes empezaron a envidiarle hasta tal
punto, que tramaron una trampa para deshacerse de él. Un día, le acompañaron
hasta la línea enemiga y sin que se diera cuenta, huyeron y le dejaron solo.
Al cabo de unos días, al ver
que no regresaba, mandaron un mensaje al emperador anunciando su muerte. La
joven Izta, al escucharlo, enfermó y murió de pena a los dos días.
En realidad, Popocatépetl no
estaba muerto, sino que se había escondido en la selva y desde allí, comenzó a
librar estratégicas y astutas batallas contra el enemigo. Y, al regresar al
campamento, sus compañeros, que le habían traicionado, huyeron.
El joven guerrero regresó al
palacio del emperador para contarle lo que había ocurrido, de cómo le habían
tendido una trampa y de cómo, aun así, consiguió ganar varias batallas. El
emperador, roto por el dolor, le comunicó que Izta había muerto de pena, pero
que había demostrado tanto valor y honestidad, que le entregaba el imperio para
que gobernara él.
– ¡No lo quiero! ¡No sin ella! - dijo muerto de dolor Popocatépetl.
El joven tomó entre sus brazos
el cuerpo de Izta y se lo llevó de allí. Se retiró a un lugar lejano y
construyó con sus propias manos una montaña sobre la que colocó el cuerpo de su
amada. Junto a ella, prendió una hoguera que mantenía encendida todos los días
y todas las noches.
Junto a esa montaña, construyó
otra, más alta aún, en donde se quedó a vivir el resto de sus días. Para
calentarse, también mantenía encendida una pequeña hoguera.
Con el tiempo, la montaña en
donde descansaba Izta se transformó en un hermoso volcán con cuerpo de mujer.
Muy cerca, se levanta otro inmenso volcán, donde vivió su enamorado:
Popocatépetl.
#3 LEYENDA DEL XOLOITCUINTLE
Esta particular raza de perros
ha sido venerada desde tiempos prehispánicos, pues era la creencia en esos
tiempos, que estos bellos animales eran guardianes de los espíritus, que
guiaban a las almas de los fallecidos por el largo y difícil camino por el Mictlán,
la ciudad de los muertos.
La función más importante que
se creía cumplían los Xoloitzcuintles, era la de ayudar a pasar a las almas por
un profundo y caudaloso rio que atraviesa la tierra de los muertos.
Si la persona en vida había
tratado mal a los animales, especialmente a los perros, el Xolo se negaría a
ayudarlo, por lo cual perecería y no sería capaz de pasar.
Sin embargo, si la persona
había tratado bien a los perros cuando se encontraba con vida, el Xolo gustoso,
tomaría el alma, la pondría sobre su lomo y la llevaría a salvo hasta el otro
lado.
Los Xoloitzcuintles no
solamente eran valorados en el mundo espiritual, sino también cuando estaban
vivos, pues eran asociados a Xólotl, el dios de la muerte, con el cual deberían
ser bondadosos si querían gozar de una muerte agradecida y sin sufrimiento.
La leyenda del Xolo cuenta
que, si este es color negro, no podrá llevar a las almas del otro lado del río,
pues su color indica que él ya se ha sumergido en el río y ha guiado ya a
suficientes almas a su destino. De igual forma, si el Xolo es blanco o de color
muy claro, tampoco podría atravesar el rio, pues eso significa que es muy joven
y aún no ha podido alcanzar la madurez para lograrlo.
Solamente cuando son de un
color gris jaspeado, (que es lo usual en ellos) podrá llevar a cabo esta
importante tarea.
#4 EL MONTE DE NUESTRO SUSTENTO
De pronto, mientras pensaba,
observó a una pequeña hormiga cargada con un grano de maíz. Pensó que ese
podría ser un buen alimento para los hombres, así que preguntó:
– ¡Hey, hormiga! ¿Dónde
encontraste ese grano de maíz?
– Del monte de nuestro sustento-
respondió la hormiguita.
Entonces, el dios Quetzalcóatl
vio cómo la hormiga se metía en una pequeña ranura abierta entre unas rocas.
– Debe ser por ahí- pensó el
dios.
Así que se le ocurrió
transformarse en hormiga para poder entrar como ella por aquel estrecho lugar y
descubrir así dónde estaba el monte de nuestro sustento.
Entrar en aquel lugar era
sencillo, pero cargar con el grano de maíz se hacía pesado, y casi imposible
sacarlo por la pequeña ranura por donde entraban las hormigas.
Entonces, el dios Quetzalcóatl
pidió ayuda al dios Nanáhualt (el dios sol y el de la humildad), y éste lanzó
un poderoso rayo contra la montaña. partiéndola en dos, y dejando al
descubierto todo el campo de maíz.
Y así fue cómo, a partir de
entonces, las personas pudieron alimentarse con el maíz que les ofrecía el
‘monte de nuestro sustento’.
#5 EL ORIGEN DEL MAÍZ Y
LA CREACIÓN DEL PULQUE
Una vez que los dioses habían
recreado a la gente con su propia sangre los huesos de los peces que
Quetzalcóatl sacó del Mictlán, vieron que estos nuevos seres fueron a buscar
una fuente de alimento para la gente. Quetzalcóatl buscó y buscó, y finalmente
vio una pequeña hormiga que llevaba un grano de maíz en sus mandíbulas.
- ¿De dónde sacaste eso? - le
preguntó Quetzalcóatl a la hormiga.
-No voy a decírtelo- dijo la
hormiga, y continuo su marcha de regreso a su hormiguero.
Quetzalcóatl siguió a la hormiga-.
Eso parece una buena comida-
dijo el dios-. ¿De dónde lo has sacado?
Pero la hormiga no respondió.
Siguió caminando con el maíz en sus mandíbulas. Quetzalcóatl no se rendía-. ¿De
dónde sacaste eso? - le preguntó a la hormiga.
La hormiga vio que el dios no
la dejaría en paz hasta que contestara su pregunta, así que la hormiga llevó a
Quetzalcóatl a una gran montaña llamada Tonacatepetl, la montaña de la comida.
Quetzalcóatl vio largas filas de hormigas entrando y saliendo de la montaña. Se
transformó en una hormiga y siguió a su guía a la montaña.
Dentro de la montaña había
enormes montones de maíz y otras cosas buenas para comer. Aun en forma de
hormiga, Quetzalcóatl tomó un grano de maíz en sus mandíbulas y lo llevó fuera
de la montaña. Cuando hubo recogido suficiente maíz, lo llevó de vuelta a
Tamoanchan, el lugar bendecido, donde los dioses estaban esperando con su gente
recién creada.
Quetzalcóatl entregó los
granos de maíz a los dioses. Probaron el maíz y se dieron cuenta de que sería
el mejor alimento de todos para la nueva gente. Pero no sabían cómo sacarlo de
la montaña y llevarlo a su nuevo pueblo, ya que convertirse en hormigas para
extraerlo grano por grano les llevaría demasiado tiempo y trabajo.
- ¡Ya sé! - dijo Quetzalcóatl
a los otros dioses-. Iré a buscar a la montaña y la traeré aquí, si me ayudan.
Así que los dioses fueron
juntos a la montaña Tonacatepetl. Ataron muchas cuerdas fuertes alrededor de la
montaña. Tiraron y tiraron y tiraron, pero la montaña no se movió. Quetzalcóatl
y los otros dioses volvieron a Tamoanchan sintiéndose muy desanimados.
Entonces Oxomoco tomo algunos de los granos de maíz que Quetzalcóatl había traído con él. Con la ayuda de su esposa, Cipactonal, Oxomoco realizó una adivinación con el maíz.
- ¿Qué te dicen los granos de
maíz? - preguntó Quetzalcóatl.
Oxomoco dijo: hay que abrir la
montaña, pero el único que puede hacerlo es Nanahuatzin, el dios enfermizo,
accedió a abrir la montaña de los alimentos. Le preguntó a Tláloc, el dios de
la lluvia, si podía tener la ayuda de los Tlaloque, los sirvientes de Tláloc
que son los señores de la lluvia y el rayo. Tláloc dijo- con gusto los dejare
ir con ustedes.
Tláloc convoco a sus cuatro
sirvientes, y estos eran el tlaloque azul, el tlaloque blanco, el tlaloque amarillo
y tlaloque rojo.
- Irán con Nanahuatzin y le
ayudarán a abrir la montaña de comida- dijo Tláloc a sus sirvientes.
Y así, Nanahuatzin y los
tlaloque fueron a la montaña Tonacatepetl. Nanahuatzin y el tlaloque usaron sus
poderes para abrir la montaña. De la montaña vertieron todo lo bueno: maíz,
frijoles, amaranto y muchas otras semillas que la gente podía plantar y comer
como alimento. Pero los dioses estaban celosos de esta recompensa, así que el
tlaloque se lo llevó todo.
Así, Tláloc y sus sirvientes
reparten la lluvia y comida a la gente de la estación.
Quetzalcóatl y los otros
dioses miraron a la gente que habían creado. La gente tenía comida para comer y
semillas para plantar, y la tierra en la que vivían era buena, pero la gente no
estaba contenta. Así que Quetzalcóatl se propuso encontrar algo que ayudara a
la nueva gente a ser feliz y a tener buena comida.
El dios subió a los cielos,
donde encontró a Mayahuela, la diosa del cactus de maguey. Mayahuel era la
nieta de una tzitzimitl, que es una deidad de una deidad de una estrella que
brilla en el cielo nocturno. Quetzalcóatl fue a Mayahuel y le dijo
-Ven conmigo a la tierra.
Necesita tu ayuda para hacer algo por la gente para que puedan ser felices-.
Mayuel se fue en secreto con
Quetzalcóatl, porque temía la ira de su abuela y las otras tzitzimime, que
luchaban todas las noches para seguir brillando en el cielo negro, pero eran
empujados por el sol. Juntos, Mayahuel y Quetzalcóatl entrelazaron sus cuerpos
convirtiéndose en un árbol alto. Mayahuel era una rama de árbol, y Quetzalcóatl
era la otra. Cuando la abuela de Mayahuel despertó de su sueño, vio que su
nieta había desaparecido. Llamó a las tzizimime y les ordenó que encontraran y
mataran a Mayahuel. Las tzitzimime bajaron a la Tierra.
Buscaron a Mayahuel por todas partes, hasta que finalmente encontraron el árbol en el que ella y Quetzalcóatl se habían convertido. Las tzitzimime atacaron el árbol.
Lo derribaron y rompieron las
ramas. La abuela de Mayahuel reconoció la rama que era Mayahuel. La rompió en
muchos pedazos pequeños y se los dio a las otras tzitzimime para que los
comieran. La rama de Quetzalcóatl no fue tocada por las tzitzimime, y cuando
estas diosas- estrella regresaron a los cielos, Quetzalcóatl retomó su propia
forma.
Miró a su alrededor y vio los
huesos de Mayahuel esparcidos en pedazos por todas partes. Afligido,
Quetzalcóatl recogió los huesos. Los plantó cuidadosamente en la tierra, y
después de un tiempo, las plantas de maguey brotaron de ellos. Quetzalcóatl
entonces tomó la savia de las plantas y la fermentó en el pulque. Llevo el
pulque a la gente y se lo dio a beber. Descubrieron que cuando lo bebían, sus
corazones eran más ligeros, y eso les daba ganas de cantar y bailar. Y así, fue
que los dioses le dieron al pueblo maíz para que fuera su comida y el pulque
para que fuera su vino.
#6 COMO QUETZALCÓATL TRAJO LA MÚSICA
Hubo un tiempo en que
Quetzalcóatl se cansó de ser la Serpiente Emplumada. Se cambió a sí mismo a
Ehécatl, que significa viento. Ehécatl voló arriba y debajo de la tierra,
soplando las nubes alrededor. Hizo de las copas de los árboles bailaran con la
fuerza de su aliento. Salió al mar e hizo una gran tormenta que giró y sopló y
agitó olas tan grandes como casas. Quetzalcóatl se divirtió mucho siendo
viento.
Mientras lo hacía, paso por
delante de su hermano. Tezcatlipoca, el Espejo Humeante.
-Deja de soplar por un minuto-
dijo Tezcatlipoca-.
Tengo algo que preguntarte.
Ehécatl se quedó quieto y dijo:
-pregunta, hermano. ¿Has visto
a estas nuevas personas que hemos creado? Creo que les puede faltar algo dijo
Tezcatlipoca-.
- No, no los he visto mucho últimamente- dijo
Ehécatl- porque he sido viento y no me he quedado quieto por mucho tiempo.
¿Pero no tienen buena comida y agua fresca para beber? ¿No tienen plumas
brillantes y buenas telas para adornarse? ¿No tiene herramientas y habilidades
para hacer su trabajo? ¿No adoran a los dioses como deben hacerlo? ¿Qué podría faltarles?
-.
Tezcatlipoca pensó por un
minuto. Su hermano había enumerado muchas cosas buenas que el pueblo tenía.
Pero aun así parecía que faltaba algo.
- ¡Ya sé! – dijo el Espejo
humeante-. Sé lo que falta. El pueblo no tiene música.
Debemos encontrar la manera de
darles música para que canten y bailen, porque son cosas alegres que no tienen.
Y con canciones y bailes pueden hacer que su adoración a los dioses sea aún
mejor y más hermosa.
-Es una buena idea- dijo
Ehécatl-. Vamos a darle música a la gente.
Sí- dijo Tezcatlipoca- pero
hay un problema. La música pertenece a Tonatiuh, al dios del Sol. ¿Puedes subir
a los cielos y quitársela?
- Creo que puedo- dijo
Ehécatl- pero necesitare tu ayuda.
Tezcatlipoca aceptó ayudar a
Ehécatl. Primero los dos dioses fueron juntos a la orilla del mar. Allí
Tezcatlipoca llamó a sus sirvientes, mujer cocodrilo, mujer pez y mujer caña y
caracol y les dijo que le dieran a Ehécatl cualquier ayuda que pudiera
necesitar.
La primera cosa que Ehécatl necesitaba hacer era subir a los cielos donde el Sol vivía y mantenía a sus músicos. Era demasiado alto para que Ehécatl volara por sí mismo. Necesitaba un gran puente para llegar allí. Ehécatl fue a las sirvientas de Tezcatlipoca y les dijo:
-Constrúyanme un puente hacia
la casa de Sol-.
La mujer cocodrilo, pez, caña
y caracol trabajaron juntas. Pronto habían hecho un fino puente que llegaba
hasta la casa del Sol. Ehécatl caminó a lo largo del puente.
A medida que se acercaba a la
casa del Sol, empezó a oír el sonido de las flautas, los tambores y los cantos,
pero aún no podían ver quién hacia esos sonidos. Se acercó cada vez más y
pronto pudo ver a los músicos.
Algunos de ellos llevaban ropa
amarilla. Otros vestían de blanco. Y el resto estaban vestidos de azul o rojo.
Pero antes de que Ehécatl pudiera acercarse lo suficiente para hablar con los
músicos, Tonatiuh lo vio acercarse.
- ¿Por qué vienes a mi casa,
oh Viento? - pregunto el dios Sol. - Vengo a buscar la música y a llevarla a la
gente. - Dijo Ehécatl.
Tonatiuh no quería que Ehécatl
se llevara a sus músicos. El Sol les dijo a los músicos que se escondieran y
guardaran silencio, para que Ehécatl no pudiera encontrarlos, pero era
demasiado tarde. Ehécatl ya los había oído tocar y cantar.
Había visto sus brillantes
ropas. Ehécatl sabía que los músicos estaban allí. También sabía que ningún
músico podía permanecer en silencio por mucho tiempo.
Así que Ehécatl comenzó a
cantar.
-Vengan conmigo a la tierra;
toquen y canten para la gente de allí- cantó Ehécatl.
Los músicos permanecieron en
silencio porque temían la ira del Sol. Tonatiuh estaba satisfecho. Pensó que
Ehécatl nunca encontraría a sus sirvientes y que la música le pertenecía solo a
él, para siempre. Ehécatl no se desanimó.
Llego al final del puente y
entró en la casa del Sol. Ehécatl lo intentó de nuevo, haciendo su canción aún
más hermosa que antes.
-Vengan conmigo a la tierra;
toquen y canten para la gente de allí- canto el Viento.
Pero aun así los músicos se quedaron en silencio. Tonatiuh vio que Ehécatl había entrado en su casa y buscaba a los músicos. El Sol trató de interponerse en el camino del Viento, pero el Viento era demasiado rápido para él.
Ehécatl voló alrededor de
Tonatiuh. Voló por todas las cámaras de la casa del Sol, cantando:
-Vengan conmigo a la tierra;
toquen y canten para la gente de allí- y esta vez los músicos le respondieron.
Tocaron ritmos en sus tambores
y melodías en sus flautas, y cantaron
-Llévanos a la tierra para
tocar y cantar-.
Aun así, Tonatiuh trató de
atrapar a Ehécatl, pero cada vez Ehécatl volaba ágilmente fuera de su alcance.
Siguiendo el sonido de los tambores y las flautas, Ehécatl fue a la cámara
donde se escondían los músicos.
-Vengan conmigo- cantaba
Ehécatl. - Llévanos a la tierra -. Cantaron los músicos.
Y así. Ehécatl envolvió a los
músicos en su capa de plumas. Atravesó a toda velocidad las cámaras y salas de
la casa del Sol, llevando a los músicos con él.
Tonatiuh persiguió a Ehécatl
con toda la rapidez que tenía, pero no fue suficiente para atrapar al Viento.
Ehécatl llevó a los músicos por el puente que los sirvientes de Tezcatlipoca
habían construido.
Cuando se acercó al fondo,
gritó: - ¡mujer cocodrilo, pez, caña y caracol! ¡Derriba el puente para que el
Sol no pueda seguirlas!
Las sirvientas de Tezcatlipoca
hicieron lo que Ehécatl les ordenó. Derribaron el puente, dejando a Tonatiuh
varado en los cielos. Ehécatl se convirtió en una suave brisa y flotó hasta la
tierra con los músicos. Cuando llegaron al suelo, Ehécatl desenrolló su capa y
puso a los músicos en el suelo.
– Esto es la tierra- dijo
Ehécatl-. Vayan a la gente y enséñenles su música-.
Los músicos fueron
directamente al pueblo más cercano. Le mostraron a la gente cómo hacer flautas
y tambores y cómo hacer cuernos con conchas de caracol. Enseñaron a la gente a
tocar esos instrumentos y a cantar y hacer nuevas canciones. Fueron de pueblo
en pueblo, enseñando todo lo que sabían. Y luego la gente enseño a sus hijos de
sus hijos, y los hijos de sus hijos, y pronto todos los pueblos del mundo
estaban llenos de sonidos de flautas, tambores y cantos. Y así es como la
Serpiente Emplumada llevó la música a la gente.
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